Experimentó la lengua española con los procesos de independencia una expansión formidable. Sirvió, en efecto, como lengua oficial en los procesos constituyentes y, a la vez, como instrumento de cohesión de cada una de las nacientes repúblicas. Rechazando cualquier conato de independentismo lingüístico, Bello y otros próceres de la emancipación subrayaron el carácter del español como lengua propia y contribuyeron a robustecer su unidad.