En los procesos migratorios desempeña la lengua una doble función. En igualdad de condiciones de otros factores, puede influir decisivamente en la elección del destino del emigrante, al reducir la incertidumbre que se asocia al desplazamiento, a la vez que el dominio de la lengua reduce los costes de integración social y laboral en el país de acogida, constituyendo un activo que el emigrante puede hacer valer en el correspondiente mercado de trabajo. Se prestará aquí especial atención a las experiencias más avanzadas en materia de competencia lingüística de los emigrantes.